Dibujos germinales. 50 artistas españoles
MNCARS Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid 1998, p.100.
Mi escultura se estaba convirtiendo en auxiliar de mis dibujos. Ya en una ocasión, un torso de uralita me llevó a dibujar una granada. Algo después, otro torso me condujo a la imagen de las ollas. Pero lo aplacé. Todavía tendrían que aparecer las planchas-dibujo de hierro fundido, seguidas de los grandes papeles saturados de grafito. A partir de la superficie acharolada de estos dibujos fue cuando decidí volver a las ollas esmaltadas.
Una sola hoja o un fragmento de la estatuaria clásica o un solo tornillo o un solo fruto o un solo neumático. Composiciones escuetas, puesta en escena seca, con una luz que no se sabe bien de dónde viene, reproducciones turbias. Muy de catálogos industriales, ya inútiles. Y también de los trabajos de aprendizaje del dibujo -el claroscuro- donde al tratar de organizar grises, blancos y sombras, se crean unos climas imprevistos. Son como apariciones. Controlar todo esto.
¿Para qué tratar de decirlo todo sobre un tema en un solo dibujo? Cuando me lo he planteado así, lo único que he conseguido ha sido castigar el soporte y hundir la obra.
Saldrán creaciones más intensas que otras, pero no será por haberlo planificado. Así que, mejor distribuir la carga y apostar por eso tan fecundo como es la obsesión por un tema, insistiendo las veces que haga falta en diferentes papeles.
Los sujetos de mis dibujos no son inocentes. Todos son viejos conocidos, están en la memoria y no han dejado de gustarme aunque no me ocupase de ellos. Pero nada de nostalgia, nada de símbolos.
Simplemente vienen de lejos y han madurado. De la mirada sobre materiales apilados, almacenados, la uralita que es gris-dibujo con esa textura, a veces, de galápago. De los primeros ejercicios de pintura, algunos frutos que fueron modelos con los que no pude entonces (ahora, la revancha). O la luz a través de los árboles (asunto complicado), que me hipnotizó siempre. Y del merodear por ferreterías viene mi fascinación por estas ollas.
Es un placer -y cómodo, además- disponer de muy pocos elementos para sacarles partido. El color significa más instrumental; y, si es en pintura, más olores. Demasiados. Veamos hasta dónde se puede llegar, qué atmósferas se pueden conseguir solo con un objeto, una luz, un lápiz plomo y el papel. Os aseguro que es una fiesta.
Joan Cardells